jueves, 18 de agosto de 2016

¿CIUDADANO? LO QUE REALMENTE SIGNIFICA SER UN CIUDADANO



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El Ciudadano es un sujeto fragmentado por un poder vertical (y francamente mutilador de su propia PERSONA) llamado Estado. Por este principal motivo, el poder se impone desde arriba hacia abajo. Verticalmente. En esta desfavorable situación no coexiste la Autoridad. Sólo un poder incuestionable. Por lo que podríamos decir, sin ningún tipo de ambages, que: el poder es la usurpación de la Autoridad. Existe, de hecho, un quebranto irresoluble de su identidad. Es decir: de su ser. No hay nada más alienante y homogeneizador que el poder coercitivo del Estado tal como lo conocemos.


Diferencias substanciales entre poseer una ciudadanía y pertenecer a una comunidad:

  • El Estado deviene de la unión del capital, más el mercado y, por derivación, se acaba poseyendo la ciudadanía. Las posibles consecuencias son que surjan individuos atomizados.

  • El pueblo deviene de la unión de la familia, más el territorio y, por derivación, se acaba perteneciendo a la comunidad. Las posibles consecuencias son que surjan ¿PERSONAS?


La modernidad es, ante todo, un ataque al Alma; a la dimensión más recóndita y más pura de la PERSONA.

Las obligaciones del sujeto son para con el Estado y no para con sus congéneres; con sus iguales. En definitiva: Es una "lealtad" forzada y sancionadora. Es del único ente (artificial) tecno-burocrático al que debemos rendir plena, y exclusiva, pleitesía. Por lo que la Familia, con toda su carga emocional-sensitiva, ya no es prioritaria en este "excelso" mundo del liberalismo a machamartillo.

Y "lo más divertido de la película" es que somos Ciudadanos... ¡porque pagamos impuestos! Sea justo, o no. De qué forma más elegante se nos otorgan derechos (los compramos) porque así los sufragamos. ¡Hasta en ello el dichoso mercantilismo de marras! Somos Ciudadanos "libres"para poder costearnos una supuesta (e irreal) Libertad. ¿Y la PERSONA?... ¿Qué es eso?... ¿Qué me está contando?... ¡No se caliente la cabeza alma de cántaro!... ¡No piense, que ya pensamos nosotros!
                                
Digamos las cosas por su nombre: ¡a ésto se le llama vasallaje! "Nos venden la moto"; nos engañan; nos insultan... ¡Y nos "regalan" un nombre: C I U D A D A N O S!... ¡¡¡Ya!!! Cientos de años de desnaturalización han hecho mella en nuestras maltrechas "meninges"... Somos uno pobres siervos al servicio del aberrante entramado, llamado "democracias liberales", o "sociedades libres".

¡Ojo con que te quedes sin trabajo!... la condición de Ciudadanía (ser "libre" con tus derechos y obligaciones) la pierdes con la misma agilidad con la que has dejado de ser un "contribuyente" ¡"Un paganini"! ¿Y la solidaridad entre conciudadanos?... Me temo que con la narcisista, y egoísta, sociedad con la que nos hemos dotado... ¡como que no! (expresión muy de moda; proveniente, precisamente, del mundo anglosajón: "es un perdedor"). Nos hemos destruido como PERSONAS y ¡no nos hemos percatado del asesinato colectivo! Mañana serás tú; pasado el otro.

Como resultado final: los "derechos" del Estado liberal no son efectivamente esenciales, de forma que no hay nada esencial para la modernidad, como modelo eminentemente relativista y anti-esencialista por enunciación.

¿Esta es la sociedad que queremos para nosotros; para nuestros hijos?


Otro mundo es posible




Santiago Peña




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domingo, 10 de julio de 2016

POR UN JUSTO REPARTO DE LOS RECURSOS


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Antes de empezar con este breve alegato, quisiera hacer una somera diferenciación entre Riqueza y Recursos: la Riqueza se define como la abundancia de Recursos (materiales, naturales, monetarios, etc.) y los Recursos son los bienes, o los medios de subsistencia, o el conjunto de elementos disponibles para efectuar una empresa o resolver una situación.  Por lo que considero que el término Riqueza (abundancia) no se ajusta a lo que vengo a exponer a continuación y sí, en cambio, el de Recursos.

Los países occidentales (y prácticamente todo el resto de naciones) están perdiendo cada vez más su soberanía y, a su vez, son menos dependientes del mandato de sus pobladores y, cada vez más, de los intereses de las élites plutocráticas transnacionales. De igual manera, esas misma élites, no se hayan establecidas en un espacio legal y, por lo tanto, no son responsables ni ante la población ni ante los gobiernos estatales; mudándose en un controlador (ordenador) oculto de los procesos económico-sociales. El egoísmo de los gobernantes (entre tinieblas) de la economía global lleva al hecho de que una selecta capa de esa misma "élite" sea cada vez más opulenta y, mientras, está más, y más, exonerada de un compromiso real para con la supuesta, justa y deseable prosperidad de aquellos cuyo esfuerzo han servido para la generación y disfrute de esa misma riqueza.

La fisura entre ricos y pobres, la (a) moralidad nociva del neoliberalismo imperante y sus teorías son incompatibles con el humanismo que ha de resurgir por el bien de la propia humanidad y del resto de los seres vivos.

El conjunto de la sociedad no debe permitir de acrecentar la grieta entre ricos y pobres. El fuerte no tiene el derecho moral de utilizar sus beneficios a costa de los débiles, sino, a la inversa, está obligado a cuidar de los desposeídos. Y, por supuesto, las PERSONAS (antes que simples trabajadores) que están empleadas deben recibir una retribución digna de acuerdo a su formación, capacidad y esfuerzo (real) desempeñado.

Por todas estas razones, nos debemos declarar, abiertamente, en una actitud de rebeldía Ética (y de firme combatividad pacífica), frente a la pura especulación, como una anomalía obscena, escandalosa y aborrecible. Por lo cual, cabe destacar el carácter autodestructivo de la economía global generadora de la deuda. Estados y pueblos enteros se están ahogando en la abominable deuda, y las venideras generaciones ya están, de antemano, castigadas a sufragar los débitos de sus ascendientes.

Las posibilidades de negocio en los empréstitos, a menudo fantasmales, revierten en más beneficiosos que en la (lógica y deseable) fabricación de productos manufacturados. En este sentido, hay que recordar acerca de la tergiversación moral de la situación en la que el dinero "forja" (nuevo) dinero sin el concurso de mano de obra humana. Enunciar, grandilocuentemente (y para nada ruborizante), a la propia esfera del préstamo crediticio como el primordial, y casi exclusivo, motor de la economía y su innegable preeminencia sobre el tramo real de la misma, entra en grave conflicto con los naturales principios éticos y morales de la mismísima humanidad. Esta situación altamente condenable, la llamaremos especulación (usura) pura y dura.

Una faceta tan destacada de la modernidad como el desplazamiento masivo de trabajadores "deslocalizados" (y desubicados) no se puede dejar desatendida. La razón del "destierro" laboral es innata a la ideología liberal materialista (y utilitarista) que desangra sistemáticamente a los pueblos de Europa (y de otras latitudes). Y para acabar de cerrar el círculo: Los intereses, de esas mismas élites plutocráticas, requieren de una mano de obra (descaradamente) barata y privada de sus más elementales derechos socio-laborales. Un sistema totalmente anómalo (y perverso) pero perfectamente engrasado.

Las frustrantes tentativas de los propios nativos de las naciones ricas por contener la marea migratoria son infructuosas, porque entran en conflicto con la descarada voracidad de sus mismísimas élites que están interesadas ​​en una fuerza de trabajo escasamente remunerada. Pero una causa aún más irremediable que llevó a la migración fue la trasmisión "vírica" de una cuasi religión concupiscente que apresó, no sólo a las élites, sino, también, a la gran masa de asalariados en los países con (aparentes) elevados niveles de vida: La renuncia a la procreación por una existencia más "libre", más egoísta y más narcisista; transmutándose en signo de la actual modernidad. La popularización de la ideología emancipada de descendencia, el culto a una vida sin progenie y sin vida realmente familiar, aboca a una contracción (ya confirmada) de la población en las sociedades, aparentemente prósperas, como en las que (mal) vivimos.

Y, en suma, las cotas actuales de consumo desaforado y la ideología del avance sin fin son inconciliables con los circunscritos y tasados recursos de nuestro extenuado mundo. La globalización ha precipitado (aún más) la carrera sin control del dispendio desmedido de los recursos de la madre tierra que nos fueron "otorgados". Los niveles de gasto de materias primas de esos países, que son conocidos en todo el mundo, han superado ampliamente los volúmenes de los recursos de esos mismos países "patrón". Es innegable que, si toda la humanidad absorbiese los recursos naturales con la misma virulencia que los países líderes, en términos de consumo, se producirá -y ya se está produciendo (cuasi) irreversiblemente- un cataclismo ambiental de magnitud planetaria.

Por todo ello propongo el proceso de estos puntos de reversibilidad:

  • Límite a una posible extensión artificial de las perspectivas de vida. La genómica y otros campos se deben articular para la estricta cura de enfermos. La manipulación para otros fines... mejor que no. No juguemos a ser dioses. Porque (evidentemente) no lo somos.

  • Aborto puramente terapéutico y en casos flagrantes de violación (y siempre dentro de los plazos que dicte la ley). Las mujeres no son dueñas de vida, sino transmisoras de la misma. Por supuesto son patronas de su cuerpo pero, no del nonato que llevan dentro.

  • Recuperación de las culturas tradicionales de cada Comunidad. Las diferentes generaciones (abuelos, padres e hijos) deben recuperar el hilo conductor de la Tradición para poder (nuevamente) entenderse y reconocerse. No nos entienden; no nos entendemos entre padres e hijos. Un drama, pero es así.

  • Y, por último, límite orquestado, entre todas las naciones, a la competencia y al desarrollo científico-tecnológico. Y más un verdadero desarrollo Humanista; más dedicación a alimentar espíritus y al cultivo de una verdadera fraternidad entre comunidades y, a fin de cuentas, entre PERSONAS.


Otro mundo es posible: por UN NUEVO MUNDO


Santiago Peña


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sábado, 25 de junio de 2016

¿NOS ENCAMINAMOS HACIA SOCIEDADES DISTÓPICAS?



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Antes de nada, definamos que significa Utopía: Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación (DRAE). En tanto en cuanto que, el concepto de Utopía, no debe admitirse, sólo, como algo puramente imaginario, sino como susceptible de ser llevado a la práctica.


Distopía como antítesis de Utopía


Distopía es el vocablo usualmente usado como antagónico al de Utopía y, aunque semejante a una sociedad hipotética diferente a la nuestra, lo hace con una concepción marcadamente nociva, o regresiva, para los intereses del género humano. La significación de Utopía vincula un colectivo, gobierno o propósito encomiástico, aunque quimérico; en una Distopía, por el contrario, la vieja frase de la ciencia ficción “esto es lo que podría ser” establece la visión fundamentadora de un mundo irremediablemente más negativo que el actual.

Los ejemplos de Distopías son, invariablemente, impresiones de sociedades futuras y contienen, normalmente, un fin pedagógico: el de revelar hacia donde se dirigen los pasos de la humanidad si el escenario no se enmienda, o regenera, de una forma contundente. En considerables situaciones, este fin didáctico, se obtiene a través de la sátira o la ironía. Los relatos de inspiración distópica iniciaron su andadura en las postrimerías del siglo XIX, y se han mantenido, invariablemente, hasta el presente. Los mismos nos hablan del temor, del temor al surgimiento de una comunidad tutelada por una élite dirigente que humilla a la PERSONA, de una u otra forma, y, por lo tanto a través de su mensaje, se rebelan contra los diversos sistemas políticos, económicos o sociales imperantes del momento: socialismo, comunismo, capitalismo, fascismo, feminismo, plutocracia, teocracia excluyente, antiecologismo,…etc.

Definición de Distopía


Originalmente, una Distopía (antiutopía o, también llamada, cacotopía), es una comunidad socio-política, con estructuras de estado, recreada –en teoría- artificialmente y aborrecible per se. Esta sociedad (o civilización) distópica acostumbra a ser introducida mediante una ficción literaria, artículo, poema, cómic, teatro o película.


Génesis del término


El significado de "Distopía" deriva del ámbito anglosajón. En cuanto a la etimología, la expresión se cimentó a partir del griego "Distopía" (dis-topía), es decir, del prefijo adverbial "dis" (mal) y del sustantivo "topos" (lugar). Este vocablo (que, a día de hoy, no está reconocido por la Real Academia Española)  germinó en la lúcida mente del filósofo y politólogo británico John Stuart Mill (Londres, 20 de mayo de 1806 — Aviñón, Francia, 8 de mayo de 1873), quien también empleaba el sinónimo (creado por Bentham) Cacotopía, del adjetivo "kakós" (malo), al mismo tiempo. Ambas palabras se basaron en el término Utopía, acuñado por el pensador, teólogo, político y humanista inglés Tomás Moro (Londres, 7 de febrero de 1478 – Ídem, 6 de julio de 1535) como ou-topía ("no-lugar"), es decir, “lugar que no existe”, normalmente descrito en términos de una sociedad perfecta o ideal. De ahí, entonces, se deriva Distopía, como una “utopía negativa”, donde la realidad transcurre en términos antitéticos a los de una sociedad perfecta. Comúnmente, las diferencias entre «Utopía» y «Distopía», dependen de la visión subjetivista del autor de la obra o, en algunos casos, de la percepción del propio lector (o espectador), que califique el contenido referido como estimable o inestimable.


Ejemplo de sociedades utópicas


A lo largo de la historia hay un número importante de novelas, y ensayos, que nos describen ciudades-estado “idílicas”. No obstante, destacaremos las tres, de época renacentista, que más huella han dejado en los “nuevos”, y casi periclitados, sistemas políticos de los siglos XIX y XX, respectivamente.

En primer lugar mencionaremos  “Dē Optimo Rēpūblicae Statu dēque Nova Insula Ūtopia” (en castellano, Libro Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía), del ya referenciado Tomás Moro, publicada en 1516 (o 1518). La obra se divide en dos piezas. La primera es un diálogo que se desarrolla (en esencia), sobre vertientes de carácter filosófico, económico y político en la Inglaterra coetánea al autor; la segunda es la parte narrativa, en sí, que, uno de los personajes del diálogo, realiza de la isla de Utopía. A fin de cuentas, trata de cómo una comunidad pacífica, que establece la propiedad común de los bienes (socialismo primigenio), en contraste con el sistema de propiedad privada y la relación conflictiva entre las sociedades europeas contemporáneas, o de la necesidad de cómo relacionar la filosofía y la política, de aquella época, para la máxima obtención del bien común.

En segundo término hablaremos de “La città del sole” (La ciudad del sol), del dominico italiano Fray Tommaso Campanella  (Stilo, Calabria, 5 de septiembre 1568 - París, 21 de mayo de 1639), que fue escrita en 1602, pero no fue publicada hasta 1623. Al igual que la anterior, se desarrolla en forma de diálogo entre un afamado almirante genovés y el Gran Maestre de los Hospitalarios. El hombre de mar narra al caballero cómo se vio forzado a desembarcar en la Isla de Taprobana, donde los nativos lo llevan a la Ciudad del Sol, que está cercada por siete grandes muros, destinados  cada uno a un planeta del sistema solar. En la cúspide del monte se halla un edificio dedicado al culto del Sol. En síntesis, es la idealización perfecta de una sociedad social-teocrática.

Y, por último, nos referiremos a “The New Atlantis” (La Nueva Atlántida), escrita, entre 1624 y 1626, por el filósofo (padre del empirismo), político, abogado y escritor Sir Francis Bacon (22 de enero de 1561 - 9 de abril de 1626), primer barón de Verulam, vizconde de Saint Albans y canciller de Inglaterra. Fue publicada en 1627. En este inconcluso relato se nos narra, en primera persona, el viaje a una ciudad-estado mítica, llamada Bensalem, en la que los ciudadanos mejor preparados para la ciencia dirigen una especie de universidad del saber, llamada “la Casa de Salomón”. El método de obtención del conocimiento es, como es obvio, el de la inducción en forma de experimentos científicos. Es decir, el pleno desarrollo del empirismo en nombre de la ciencia y la tecnología.

Si Tomás Moro y Campanella, siguiendo al canciller inglés, propugnan la idea socialista, Bacon cree advertir la solución del problema económico y social en el creciente desarrollo de la ciencia, Ésta ha de dar respuesta a todas las cuestiones humanas, incluyendo las relativas a cómo crear y cómo distribuir la riqueza. La ciencia como maestra de la Vida.

     

Ejemplo de sociedades “ficticias” distópicas


La Distopía es uno de los subgéneros más propagados de la ciencia ficción.

La más conocida es casi sin duda “1984”, de George Orwell, que retrata espléndidamente un indefinido futuro de la humanidad, fragmentada en tres megaestados de perfil claramente neofascista.

Otras obras muy sugestivas son: “Mercaderes del Espacio”, de Cyril M. Kornbluth y Frederik Pohl, una burla frente al capitalismo y la omnipresente publicidad; “Todos sobre Zanzíbar”, “El rebaño ciego” y “Órbita inestable”, tres distopías de John Brunner que tratan respectivamente la superpoblación, la contaminación y el armamentismo; “El cuento de la doncella”, de Margaret Atwood, un enfoque feminista de una teocracia absolutista en los EE.UU. (tema ya clásico tratado en su momento por Heinlein en “Si esto continúa...”).

Como es lógico, las Distopías, también han sido reproducidas fuera del ámbito literario.

En el campo del cine un buen ejemplo es “Soylent Green” (1973), adaptación de la novela “¡Hagan sitio, hagan sitio!de Harry Harrison, que trata, de igual manera, de la superpoblación.

Dentro del campo del cómic el ejemplo paradigmático es la aclamada “V de vendetta”(2006), con guión de Alan Moore e ilustraciones de David Lloyd, divulgada a lo largo de los años ochenta, donde se esboza un germinal Reino Unido postnuclear en la que un misterioso anarcoterrorista lucha por demoler al gobierno fascista de ese momento.

La icónica, y pionera, “Metrópolis” (1927), de Fritz Lang, se sitúa en lo más alto de la cinematografía distópica. Mastodónticas megaurbes con “ciudadanos” viviendo felices en sus rascacielos; en contraposición la clase obrera subsiste en el subsuelo, hasta que una angelical María surge para orientarlos. Figuradamente, hacia la libertad, pero,… en realidad… Una innegable pieza maestra, de visionado imprescindible, y referencia absoluta.

Y, como mención especial cabe destacar, la muy estimulante “Brazil” (1985), del cineasta británico Terry Gilliam. La cinta es un claro homenaje, de corte satírico, de la novela orwelliana “1984”.


Conclusión


Después de muchos comentarios (y reflexiones) extraídos a través de conversaciones de la calle (aparentemente triviales), de lecturas varias y, sobre todo (en este último lustro), del ambiente que nos rodea, se pueden llegar a percibir claras muestras de estar, ya, inmersos en este tipo de sociedades.

Las llamadas democracias imperantes, en las que estamos indefectiblemente instalados, nos han despojado de los atributos propios (sagrados e inviolables) de la PERSONA, como son los siguientes: Libertad, Ética, Dignidad, Justicia, Individualidad, Verdad, Integridad y Humanidad. Por lo que, esta panoplia de colectividades enfermas y deformes, se caracterizan por rasgos, y calificaciones, tan concluyentes, y execrables, tal como: burocráticas, prepotentes, injustas, alienantes, “globalizadoras”, clasistas, discriminatorias, incompetentes, corruptas, liberticidas e inhumanas.     


Santiago Peña


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